|
Crónicas del otro Macondo -Historias para ganarle al olvido-
El sombrero …de mi abuelo | Cuentos y relatos globales. 20.11.16 | | Escribe; Walter E. Pimienta Jiménez.- *A mi abuelo Hernán, quien vestido de entero y sombrero, tuvo “ilusiones de duque”…Lo primero que toca decir y escribir es que, apenas mi abuelo Hernán se ponía su sombrero de fieltro color marrón marca “Barbisio”, se parecía enseguida a uno de esos tantos duques que, por allá, por los años sesenta y pico –el pico póngaselo usted- , aparecían en la prensa fotografiados dando a conocer de él (del duque), algún secreto familiar a voces, queriendo revelar con todos sus pormenores y a todo el mundo la buena nueva de su próxima boda o su divorcio número noventa y nueve y medio…Era que en ese tiempo no había esa vaina que ahora llaman dizque las “redes sociales” y se chismoseaba de otra manera… | Claro, no sobra decirlo, mi abuelo no se ponía su “Barbisio” para eso… Él vivió feliz en su matrimonio…Antes por el contrario, con ganas lo lucía para, orgulloso y arrogante, llevar del brazo a mi abuela Cristina por las calles del pueblo, adornadas con flores, cadenetas y guirnaldas entre el estampido escandaloso de los cohetes y la música de banda en la fiesta patronal de la Inmaculada Concepción…para eso sí se lo ponía… y para ir con él al monte; es decir, a si finca, estancia donde la fina prenda le hacía ver proporcionalmente feliz a los logros de su trabajo de hombre de campo…y con cara de querer vivir más allá de la vejez siendo por siempre leal a su mujer; en tanto los sombreros de palma de iraca, baratos y de fabricación artesanal que descoloridos y estropeados por el sol, la lluvia y el largo uso, que en sus cabezas tenían mi papá y mi tío Goyo, en batalla a muerte contra las inclemencias y severidades del tiempo, siendo imperecederamente los mismos, aún les asistían en sus cotidianas faenas desde los tiempos de la adolescencia cercando portillos; ordeñando vacas bajo la penitencia de no llevarlas al matadero; herrando terneros cimarrones; haciendo quesos de sabor persistente y sembrando la tierra por relevos con sentido de responsabilidad y cuando ellos, no se sabe si por culpa o gracias a las mujeres de la vida, habían perdido ya la malicia del pecado original…
Por toda su vida, tal que si para ir a una refinada boda se tratara, mi abuelo descolló entre muchos con su elegante y costoso “Barbisio” como si este fuera “la corona” de su imperio; con él, luego de la ocupación cumplida, se paseó altivo en viaje apacible cruzando veredas, llanuras, laderas y caminos reales cantando canciones, canciones de amores sobre su caballo…y mientras le durara el largo de su encendido “Tabaco Roa” de sortija que, por etapas, a placer se iba fumando hasta volver al trono de su casa donde mi abuela, amoroso bálsamo y sedante linimento que para él fuera, le esperaba con una caricia y su acostumbrado pocillo de aromático y humeante café tinto recién colado…
Qué vigorosa y nobilísima personalidad la que le daba el “Barbisio” a mi abuelo… Semejaba un hombre continental experto en negocios estatales venido de Suiza a disfrutar, en su protocolo, del Caribe Colombiano, de la música de pianola y del Ron Anisado, rodeado de amistades con las cuales, empapado en “Agua de Florida de Murray y Lanman”, entre corredores de colgantes helechos y florecidas begonias, organizar una fiesta y en ella, hasta el amanecer y con antiquísima sabiduría, décimas de amor y de despecho por encargo y compromiso cantar…
Paso a creer, por lo mucho o poco aquí escrito, que ante los apaciguados y tranquilos 102 años que sin apremios ni premuras mi abuelo Hernán bien viviera ostentando su legítimo “Barbisio” que le protegía de la envidia, del sol y la lluvia, cediéndole en cambio una traza de duque suizo sin serlo, más de uno, respetuosa y cortésmente, se quitó el sombrero pero él, el nunca… |
|
|
<-Volver |
|
|